Es sabido, y cada vez
se está tomando más conciencia de ello, que así como un ser humano no puede
realizar su potencial sin una sana autoestima, tampoco puede hacerlo una
familia ni una sociedad cuyos miembros no se respetan a sí mismos, no valoran
su persona ni confían en su mente.
La autoestima es una
necesidad humana fundamental. Su efecto no requiere ni nuestra comprensión ni
nuestro consentimiento. Funciona a su manera en nuestro interior con o sin
nuestro conocimiento.
Mucho se dice sobre
autoestima, y son muchos los conceptos que circulan. Me parece oportuno hacer
referencia en primer lugar al origen etimológico de la palabra estima: ésta
deriva del latín aestimare, que
significa valorar, apreciar, reconocer el mérito.
Nathaniel Branden
(2013, 1ª. edición en Argentina) define a la autoestima como la confianza en nuestra capacidad de pensar,
en nuestra capacidad de enfrentarnos a los desafíos básicos de la vida; la
confianza en nuestro derecho a triunfar y a ser felices; el sentimiento de ser
respetables, de ser dignos, de tener derecho a afirmar nuestras necesidades y
carencias, a alcanzar nuestros principios morales y a gozar del fruto de
nuestros esfuerzos.
Stanley Coopersmith
(1969) considera a la autoestima como la parte evaluativa y valorativa de
nosotros mismos, constituida por el conjunto de creencias y actitudes de una
persona sobre sí mismo. En 1981, Coopersmith corrobora sus definiciones
afirmando que la autoestima es como la evaluación que una persona realiza
y mantiene comúnmente sobre sí mismo, se expresa a través de sus actitudes de
aprobación y desaprobación, indicando el grado en que cada persona se considere
capaz, significativa, competente y exitosa. Añade además que no está sujeta a
cambios transitorios, sino más bien es estable al tiempo aceptando
que en determinados momentos se dan ciertos cambios, expresado en las actitudes
que toma sobre sí mismo.
Esta valoración se
puede dar en distintos ámbitos (ámbito social, familiar y escolar) y depende
del mundo empírico del individuo.
La esencia de la
autoestima es confiar en la propia mente y saber que somos merecedores de la
felicidad. Es una fuerza motivadora, inspira un tipo de comportamiento e
influye directamente en nuestros actos. Hay una retroalimentación permanente
entre nuestras acciones mundanas y nuestra autoestima. El nivel de nuestra
autoestima influye en nuestra forma de actuar y nuestra forma de actuar influye
en el nivel de nuestra autoestima.
Con una autoestima alta
será más probable que me esfuerce ante las dificultades. Con una autoestima
baja lo más probable es que renuncie a enfrentarme a las dificultades. Si me
respeto y exijo a los demás que me traten con respeto, me mostraré y comportaré
de manera que aumente la probabilidad de que los demás respondan de forma
apropiada. Cuando lo hagan, mi creencia inicial saldrá reforzada y confirmada.
Si no me respeto a mí mismo y acepto la falta de respeto o el abuso transmitiré
inconscientemente este trato y algunas personas me tratarán de la misma forma.
El valor de la
autoestima radica en que nos permite vivir mejor, responder a los desafíos y a
las oportunidades con mayor ingenio y de forma apropiada, y afirmar nuestras
capacidades y habilidades, y entender nuestras limitaciones. El no aceptarse a
sí mismo, el no valorarse, el no amarse y no respetarse, el vivir criticándose
da origen a varios de los conflictos en los seres humanos: dificultades en el
trabajo, no poder concretar relaciones afectivas saludables, enfermedades, etc.
Cuando los padres no se valoran, es difícil que valoren a sus hijos y que
puedan transmitirles el autocuidado.
Una persona con alta
autoestima se valora, es honesta, es responsable, es compasiva e íntegra, logra
dar y recibir amor, se tiene confianza, valora a los demás y los respeta, y
ante una crisis siente que puede superarla y confía en sí misma para salir
adelante.
Una persona con baja
autoestima piensa que vale poco, desconfía de los demás, cree que puede ser
maltratada o menospreciada, teme, se aísla, no se arriesga, se desespera ante
una situación que no se resuelve como ella necesita.
El
nivel de la autoestima tiene profundas consecuencias en cada aspecto de nuestra
existencia, impacta en todos los órdenes de nuestra vida:
- determina la persona
que elegimos como pareja, la carrera que estudiamos, el trabajo que
conseguimos, los amigos que frecuentamos, los proyectos que emprendemos;
- determina la forma de actuar en nuestro
trabajo, nuestro trato con la gente, la forma de relacionarnos con la pareja,
con los hijos, con los amigos, y en el nivel de felicidad que alcancemos.
Un buen desarrollo del
sentido de valía personal y de autonomía se correlaciona significativamente con
la amabilidad, la generosidad, la cooperación social y con un espíritu de ayuda
mutua. El comportamiento de una persona es directamente proporcional al
concepto que tiene de sí misma.
La integridad,
sinceridad, responsabilidad, compasión, el amor y la competencia, todo surge
con facilidad en aquellos que tienen una elevada autoestima. Tienen la
sensación de que son importantes, de que el mundo es un buen lugar, pueden
pedir ayuda a los demás y a su vez confiar en sus propias capacidades.
La autoestima es una
necesidad, es decir, la necesitamos para funcionar eficazmente. Es una
necesidad porque nos proporciona una contribución esencial para el proceso
vital, es indispensable para un desarrollo normal y saludable y tiene valor
para la supervivencia. Podemos decir también que es una necesidad urgente, ya
que su ausencia altera la capacidad para funcionar, por eso decimos que tiene
valor de supervivencia. Como lo expresa Maslow, en su jerarquía de las
necesidades humanas, donde ubica a la necesidad de autoestima en segundo lugar.
Una autoestima positiva
es, según Branden (2013), como el sistema inmunitario de la conciencia, que
proporciona resistencia, fuerza y capacidad para la regeneración. Por lo tanto,
ante situaciones de adversidad estaremos mejor preparados para sobreponernos
teniendo una alta autoestima.
La autoestima tiene dos componentes relacionados entre sí:
-
La eficacia personal
-
El respeto a uno mismo
La eficacia personal es la sensación
de confianza frente a los desafíos de la vida. Significa confianza en el
funcionamiento de mi mente, en mi capacidad para pensar y entender, para
aprender, elegir y tomar decisiones; confianza en mi capacidad para entender
los hechos de la realidad que entran en el ámbito de mis intereses y
necesidades; en creer en mí mismo; en la confianza en mí mismo.
El respeto a uno mismo es la sensación
de considerarse merecedor de la felicidad. Es reafirmarme en mi valía
personal, en mis pensamientos, mis deseos y mis necesidades.
La eficacia personal y
el respeto a uno mismo son un pilar doble de una autoestima saludable; si falta
uno de ellos, la autoestima se deteriora. Podemos decir, entonces, que la autoestima es la disposición a
considerarse competente para hacer frente a los desafíos básicos de la vida y
sentirse merecedor de la felicidad.
¿Cómo está tu autoestima en este momento??
Seguimos en la próxima entrada.
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