La familia es poderosa
por su influencia perdurable en las vidas humanas. Es el primer grupo con el
cual entramos en contacto al nacer, y dentro del cual permaneceremos toda o la
mayor parte de nuestra vida. La familia influye en el proceso de socialización
y desarrollo de la personalidad.
Fundamentalmente la
familia hace dos cosas: asegura la supervivencia física y construye lo
esencialmente humano del hombre. La familia es el contexto natural para crecer
y para recibir auxilio, es un grupo natural que en el curso del tiempo ha
elaborado pautas de interacción. Estas constituyen la estructura familiar que,
a su vez, rige el funcionamiento de los miembros de la familia, define su gama
de conductas y facilita su interacción recíproca. La familia necesita de una
estructura viable para desempeñar sus tareas esenciales, es decir, apoyar la
individuación al tiempo que proporciona un sentimiento de pertenencia (Eroles,
2001 en Guerrini,2009).
Hasta el momento,
ninguna otra institución humana o social ha logrado suplir el funcionamiento de
la familia, sobre todo en la satisfacción de las necesidades biológicas y
afectivas de los individuos. La familia cambia y continuará cambiando, pero
también persistirá, ya que es la unidad humana más adecuada en las actuales
sociedades.
Como tal, la familia es
la matriz de la identidad y del desarrollo psicosocial de sus miembros, y en
este sentido debe acomodarse a la sociedad y garantizar la continuidad de la
cultura a la que responde.
Una de las características
sustanciales en el quehacer del Trabajo Social, disciplina del área de las
Ciencias Sociales, es considerar que la familia siempre ha sido objeto de
análisis e intervención, desde los albores del asistencialismo, constituyendo
un punto de partida y de llegada para cualquier tipo de abordaje, orientando
así todas las acciones hacia el desarrollo de los recursos internos
individuales y de la familia.
Virginia Satir, trabajadora social, docente y terapeuta familiar norteamericana, que de
niña decía que cuando fuera grande sería “detective de niños para investigar padres”,
a través de su práctica profesional llegó a la conclusión de que la familia es
un microcosmos del mundo, y para entender al mundo podemos estudiar a la
familia: poder, intimidad, autonomía, confianza, habilidad para la
comunicación, aspectos vitales que fundamentan nuestra forma de vivir en el
mundo. Así, para cambiar al mundo tenemos que cambiar a la familia.
También
pudo visualizar que la vida familiar es como un témpano de hielo. La mayoría
sólo percibe la décima parte de lo que sucede. Algunos sospechan que ocurre
algo más, pero no saben qué es ni cómo averiguarlo. Por eso es muy importante trabajar con las familias en el desarrollo
de la autoestima individual y familiar. Esto dará lugar a una mayor comprensión
entre individuos, al cuidado personal y de los demás, y darán a nuestros hijos
fundamentos firmes a partir de los cuales puedan desarrollar su fortaleza e
integración.
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