"El grado del éxito de un hombre lo determina el dominio que tenga sobre sí mismo, mientras que la profundidad de su fracaso lo determinará la forma en que se abandone..."
Leonardo Da Vinci

Páginas

Páginas

martes, 13 de enero de 2015

ENFOQUE DE RIESGO – MODELO DE DESAFIO

El enfoque de riesgo y la resiliencia  están íntimamente relacionados. 

El primero permite identificar los factores considerados como potencialmente dañinos para una persona o una población, sobre los cuales es necesario intervenir para evitar que afecten a los individuos sanos o que agraven una situación problemática ya existente. 

La segunda permite ayudar a esos individuos y a los grupos a identificar los recursos, las fortalezas, las habilidades y las posibilidades que ellos poseen, y usarlas para conseguir su desarrollo, lograr sus metas y superar sus dificultades. 

A este enfoque, el de la resiliencia, se lo ha denominado modelo de desafío, y consiste en reconocer que los seres humanos no estamos totalmente desprotegidos y vulnerables ante la fuerza de un evento que puede implicar daño o riesgo de daño; todos poseemos una especie de escudo protector que es la resiliencia, lo que evitará que esas fuerzas actúen inexorablemente  sobre nosotros atenuando los efectos desagradables o nocivos, logrando a veces transformarlos en factores de superación. La amenaza potencial se convierte en un reto o desafío para que el individuo crezca y salga fortalecido (Puerta de Klinkert, 2002).

Por ejemplo, un medio familiar y/o social problemático puede generar un riesgo de daño más o menos severo en un niño, que hasta puede convertirse  en una patología claramente identificable. Pero al encontrarse con su capacidad resiliente se puede convertir en un desafío que hace posible rebotar la influencia dañina y, en lugar de sucumbir a la adversidad, el niño llega a convertirse en un adulto sano, feliz y productivo, con una capacidad de resiliencia que se renueva y crece con cada experiencia. En ese proceso de rebote se basa el modelo de desafío. Este modelo modifica considerablemente la actitud mental y la forma de ver y pensar con respecto a los niños y adolescentes que asumen los padres, maestros, y profesionales que trabajan en la promoción  de pautas sanas de convivencia y en la prevención de la disfunciones familiares y sociales, porque centra su atención en identificar los llamados factores protectores, que son los recursos con que cuentan esos niños y adolescentes.

¿Cómo se desarrolla, entonces, la capacidad resiliente?

-        Estableciendo vínculos saludables y de cuidado dentro de la familia. El profesional debe ayudar a las familias a activar la resiliencia entre sus miembros, especialmente en los niños durante el proceso de crianza, ayudarlas a reconocer y fortalecer los vínculos afectivos que los unen, la confianza básica en sí mismos y entre ellos y a encontrar los recursos internos que poseen. ¿Cómo se logra este proceso? Mediante una revisión minuciosa de su historia de vida, rastreando aquellas actitudes y comportamientos que consideran como exitosos, y que contribuyeron a lograr ese éxito y motivándolos a usarlos con mayor frecuencia.

En la etapa de la adolescencia también es importante estimular la capacidad resiliente. Las transformaciones biológicas de la pubertad, los cambios que acompañan el despertar de la sexualidad, las relaciones cambiantes con la familia y los pares, la habilidad creciente de los jóvenes para pensar en forma abstracta, para considerar diferentes dimensiones de los problemas y para reflexionar sobre sí mismos y los demás representan un momento crítico del desarrollo humano. La superación saludable de esta etapa depende en gran medida de las oportunidades que el medio ofrezca. El adolescente tiene que construir conscientemente su propia resiliencia, potenciar las posibilidades y recursos existentes para encaminar las alternativas de resolución de las diferentes situaciones, no sólo elaborar respuestas extraordinarias para aconteceres extraordinarios, sino respuestas resilientes para superar situaciones adversas en su devenir cotidiano. La promoción de las propias capacidades y el desarrollo de nuevas fortalezas es la clave para la promoción de la resiliencia. Es fundamental, por lo tanto, la introspección individual y la interacción con los pares y adultos.

Otro grupo etario que debe ser considerado para trabajar desde el enfoque de la resiliencia, son los adultos mayores. Las sucesivas pérdidas que el paso del tiempo supone en todos los órdenes implican para el ser humano un desafío: aprender a compensar las pérdidas con ganancias, valorando y reforzando lo que no necesariamente se pierde: la dimensión imaginario-simbólica en la cual se asienta el acceso a la sabiduría en la vejez. A esta edad se pone en juego la importancia de contar con otro significativo, tanto sea un nuevo compañero, un cuidador o una mascota, a través de los cuales poder sentirse reconocido o necesitado por algo o alguien que otorgará sentido al levantarse cada día y organizar la rutina diaria.

La familia sigue siendo la institución social primaria de ayuda para las personas de edad avanzada a pesar de su estructura y funciones cambiantes. La familia brinda a los viejos un auxilio de tipo material, emocional y social durante los tiempos normales y también en los de crisis. La incapacidad o impedimentos para llevar una vida independiente, hacen imperativo que la familia asuma un rol más activo en la provisión de cuidados y servicios a los ancianos y representa el factor principal para reducir la posibilidad de institucionalización de personas seriamente incapacitadas o enfermas.

En los últimos años la estructura familiar ha experimentado una serie de cambios socio-demográficos que podrían arriesgar la provisión de ayuda informal familiar a la persona de edad avanzada. Una serie de factores de diversa índole y la multiplicidad de funciones que desempeñan, conllevan a que los familiares que proveen el cuidado deban soportar un grado elevado de tensión.

Según lo expresa Sánchez Salgado (2005, en Guerrini, 2010), a pesar de la creencia común de que las personas ancianas en el mundo contemporáneo han sido abandonadas por su familia, las investigaciones a nivel mundial la desmienten. La familia continúa siendo la principal fuente de protección de los adultos de edad avanzada y a la que acuden generalmente en primera instancia.
Para  complementar el acompañamiento familiar y trabajar desde el enfoque de la resiliencia,  se propone la apertura de espacios de participación grupal, en los cuales los adultos mayores se encuentren con sus pares para realizar actividades significativas según el contexto barrial en el que funcione y que puedan transformarse en un medio para la formación de un grupo de pertenencia. El uso creativo del tiempo libre en el adulto mayor pretende asegurar las condiciones necesarias para fomentar el desarrollo y la búsqueda de su plenitud e incidir favorablemente en su calidad de vida.
Entre los pilares que sostienen la promoción de la resiliencia en adultos mayores encontramos el humor, la creatividad, el juego, el armado de redes, la autogestión, y el empoderamiento a través del protagonismo.

Las personas afectadas por algún tipo de discapacidad también pueden trabajar con el enfoque de resiliencia. En este caso se hace imprescindible el rol que juega la familia y/o cuidadores. Independientemente de la naturaleza de la discapacidad, la familia debe ayudar a la persona afectada para que aprenda abordarla. En el lenguaje de la resiliencia, una discapacidad es una adversidad que puede ser enfrentada y superada, tanto por la persona afectada como por la familia. Ello se logra brindando apoyo, construyendo fortalezas internas y adquiriendo destrezas para el desempeño interpersonal y la resolución de problemas.

-        Promoviendo la resiliencia y la autoestima desde los distintos espacios de la comunidad. Es fundamental trabajar con el enfoque de resiliencia en las escuelas donde los niños y jóvenes están varias horas al día; en los espacios organizados para la participación (clubes, iglesias, asociaciones vecinales, partidos políticos, centros de jubilados, etc.); en los centros de desarrollo comunitario, donde hay un equipo de profesionales de diferentes disciplinas que brindan una cobertura integral a las distintas problemáticas; en los espacios culturales que brindan los municipios; en las ONGs, etc. Todos estos espacios brindan el desarrollo de actividades colectivas y cooperativas que permiten aprendizajes sociales importantes.


-        Trabajando con una perspectiva familiar y social, y no sólo individual, que transmita las nociones de autoestima y resiliencia que hemos desarrollado ampliamente en este trabajo. Esto es posible a través de la activación de las redes sociales informales de apoyo o redes primarias que son las conformadas por los miembros de la familia conviviente, la familia extensa, amigos y vecinos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario