Dice Alfredo
Carballeda que “La palabra intervención proviene del término latino ‘intervenio’, que
puede ser traducido como ‘venir entre’ o ‘interponerse’. De ahí que
‘intervención’ pueda ser sinónimo de mediación, intersección, ayuda o
cooperación.” Agrega, además, que es “…un dispositivo que se entromete
en un espacio, en tanto existe una demanda hacia ella. De ahí que la demanda
sea el acto fundador de la intervención.”[1]
Por
otra parte, Ángela María Quintero Velásquez manifiesta que: “el
Trabajo Social es una intervención en el sentido que intervenir significa tomar
parte de una acción con la intención de influenciarla. La intervención del
trabajador social consiste en permitir a la persona/sujeto desarrollar sus
capacidades, ayudarlo a modificar su
situación y finalmente ayudarlo a resolver sus problemas.”[2]
Según
lo expresa Sánchez Salgado (2005), la intervención es la acción de interceder
del profesional con la intención de inducir cambios en alguna parte del sistema
humano o del proceso social.
En
el campo del Trabajo Social el propósito básico de la intervención profesional
es mejorar el funcionamiento objetivo y subjetivo entre el individuo y su
ambiente, es decir, el funcionamiento físico y social más visible y los
sentimientos o estados afectivos. Por lo tanto, el trabajador social no
pretende controlar al individuo sino entenderlo en toda su complejidad según
interactúa con su ambiente.
El
principio óptimo que debe dirigir la práctica gerontológica es la idea de que
cada individuo debe tener la oportunidad de ejecutar su potencial, de vivir una
vida potencialmente satisfactoria y socialmente deseable. La relación entre la persona y el profesional se
desarrolla en el proceso de dirigir y completar una tarea. La relación progresa
mediante una comunicación efectiva entre la persona y el profesional. Una
relación profesional debe contribuir a mejorar el funcionamiento del individuo.
El
profesional que aspira servir de ayuda a otros debe tener un conocimiento de sí
mismo, de sus fortalezas y debilidades personales que puedan impedir el trabajo
efectivo con otros. Es importante que conozca sus percepciones y actitudes
hacia los grupos y personas con quienes va a intervenir. No sólo debe estar
alerta ante sus limitaciones sino también tener disposición para el cambio.
Continúa
diciendo Sánchez Salgado (2005) que es importante que el profesional que
trabaje con la persona anciana posea una información general con respecto a las
características de esta población como un todo, y que esté alerta a la
diversidad. No existen características
que puedan ser aplicadas uniformemente a esta población, ya que poseen variedad
de necesidades y problemas sociales. Las personas traen a su mayor edad un
caudal de experiencias, condiciones de salud y actitudes, diversos patrones de
comportamiento y estilos de vida y una gran variabilidad en niveles de funcionamiento
físico y emocional.
Aunque
la mayoría de las personas que sobrepasan los 60 años funcionan relativamente
bien y llevan una vida activa, un número considerable de ellas experimentan
problemas de índole social, emocional o económica que requieren de una
intervención profesional. Por lo tanto, ésta es diferente con ancianos
saludables que con ancianos frágiles y dependientes.
La
intervención en este sector poblacional no debe estar focalizada hacia cambios
en la personalidad del anciano, sino a ayudarlos a resolver problemas
situacionales; el profesional debe mediar para hacerlos útiles tal como son,
debe estar disponible para ofrecer consejería, dirección y apoyo.
La
acción del profesional puede ir dirigida al individuo, su familia o su
comunidad. La prioridad debe ser mantener a la persona anciana funcionando al
máximo dentro de su comunidad, aumentando su propia estima, la confianza en sí
misma, su autonomía y fortaleciendo la identidad individual.
En
fin, el rol principal del profesional trabajador social debe ser ayudar al
viejo, al anciano, al adulto mayor a mantener niveles óptimos de funcionamiento
dentro de sus limitaciones.
“Las verdades están latentes en las cosas,
No apresuran su propio nacimiento ni lo retardan,
No necesitan el fórceps obstétrico del cirujano,
Para mí lo insignificante es tan grande como
Cualquier cosa
(¿Qué puede ser ni más ni menos que un contacto?)”
Walt Whitman (Canto a mí mismo)
Bibliografía:
-
Carballeda, Alfredo: La intervención en lo
social. Paidós. 2007. 3ª. Reimpresión.
- Quintero Velásquez, Ángela María: Trabajo
Social y procesos familiares. Lumen Humánitas. Bs. As. 1997. 2ª.
Reimpresión.
- Quintero Velásquez, Ángela María: El
Trabajo Social Familiar y el enfoque sistémico. Lumen Humánitas. Bs. As.
2004. 2ª. Reimpresión.
- Quintero Velásquez, Ángela María: Diccionario
especializado en familia y género. Lumen Humánitas.
Bs. As. 2007.
- Sánchez Salgado, Carmen Delia: Gerontología
social. Editorial Espacio. Bs. As. 2005. 1ª. Reimpresión.
[1] Carballeda, Alfredo: La intervención en lo social. Paidós.
Tramas Sociales. Bs. As. 2007. 3ª. Reimpresión. Pág. 93
[2] Quintero Velásquez, Ángela María: El trabajo social familiar y el
enfoque sistémico. Lumen Humánitas. Bs. As. 2004. Pág. 29.
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