"El grado del éxito de un hombre lo determina el dominio que tenga sobre sí mismo, mientras que la profundidad de su fracaso lo determinará la forma en que se abandone..."
Leonardo Da Vinci

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sábado, 24 de enero de 2015

LA INTERVENCIÓN PROFESIONAL DEL TRABAJADOR SOCIAL EN LA PROBLEMÁTICA DE LA VEJEZ

Dice Alfredo Carballeda que “La palabra intervención proviene del término latino ‘intervenio’, que puede ser traducido como ‘venir entre’ o ‘interponerse’. De ahí que ‘intervención’ pueda ser sinónimo de mediación, intersección, ayuda o cooperación.” Agrega, además, que es “…un dispositivo que se entromete en un espacio, en tanto existe una demanda hacia ella. De ahí que la demanda sea el acto fundador de la intervención.”[1]

Por otra parte, Ángela María Quintero Velásquez manifiesta que: “el Trabajo Social es una intervención en el sentido que intervenir significa tomar parte de una acción con la intención de influenciarla. La intervención del trabajador social consiste en permitir a la persona/sujeto desarrollar sus capacidades,  ayudarlo a modificar su situación y finalmente ayudarlo a resolver sus problemas.”[2]

Según lo expresa Sánchez Salgado (2005), la intervención es la acción de interceder del profesional con la intención de inducir cambios en alguna parte del sistema humano o del proceso social.

En el campo del Trabajo Social el propósito básico de la intervención profesional es mejorar el funcionamiento objetivo y subjetivo entre el individuo y su ambiente, es decir, el funcionamiento físico y social más visible y los sentimientos o estados afectivos. Por lo tanto, el trabajador social no pretende controlar al individuo sino entenderlo en toda su complejidad según interactúa con su ambiente.

El principio óptimo que debe dirigir la práctica gerontológica es la idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de ejecutar su potencial, de vivir una vida potencialmente satisfactoria y socialmente deseable. La relación  entre la persona y el profesional se desarrolla en el proceso de dirigir y completar una tarea. La relación progresa mediante una comunicación efectiva entre la persona y el profesional. Una relación profesional debe contribuir a mejorar el funcionamiento del individuo.

El profesional que aspira servir de ayuda a otros debe tener un conocimiento de sí mismo, de sus fortalezas y debilidades personales que puedan impedir el trabajo efectivo con otros. Es importante que conozca sus percepciones y actitudes hacia los grupos y personas con quienes va a intervenir. No sólo debe estar alerta ante sus limitaciones sino también tener disposición para el cambio.

Continúa diciendo Sánchez Salgado (2005) que es importante que el profesional que trabaje con la persona anciana posea una información general con respecto a las características de esta población como un todo, y que esté alerta a la diversidad.  No existen características que puedan ser aplicadas uniformemente a esta población, ya que poseen variedad de necesidades y problemas sociales. Las personas traen a su mayor edad un caudal de experiencias, condiciones de salud y actitudes, diversos patrones de comportamiento y estilos de vida y una gran variabilidad en niveles de funcionamiento físico y emocional.

Aunque la mayoría de las personas que sobrepasan los 60 años funcionan relativamente bien y llevan una vida activa, un número considerable de ellas experimentan problemas de índole social, emocional o económica que requieren de una intervención profesional. Por lo tanto, ésta es diferente con ancianos saludables que con ancianos frágiles y dependientes.

La intervención en este sector poblacional no debe estar focalizada hacia cambios en la personalidad del anciano, sino a ayudarlos a resolver problemas situacionales; el profesional debe mediar para hacerlos útiles tal como son, debe estar disponible para ofrecer consejería, dirección y apoyo.

La acción del profesional puede ir dirigida al individuo, su familia o su comunidad. La prioridad debe ser mantener a la persona anciana funcionando al máximo dentro de su comunidad, aumentando su propia estima, la confianza en sí misma, su autonomía y fortaleciendo la identidad individual.

En fin, el rol principal del profesional trabajador social debe ser ayudar al viejo, al anciano, al adulto mayor a mantener niveles óptimos de funcionamiento dentro de sus limitaciones.

“Las verdades están latentes en las cosas,
No apresuran su propio nacimiento ni lo retardan,
No necesitan el fórceps obstétrico del cirujano,
Para mí lo insignificante es tan grande como
Cualquier cosa
(¿Qué puede ser ni más ni menos que un contacto?)”


Walt Whitman (Canto a mí mismo)




 Bibliografía:

-        Carballeda, Alfredo: La intervención en lo social. Paidós. 2007. 3ª. Reimpresión.

-    Quintero Velásquez, Ángela María: Trabajo Social y procesos familiares. Lumen Humánitas. Bs. As. 1997. 2ª. Reimpresión.
-   Quintero Velásquez, Ángela María: El Trabajo Social Familiar y el enfoque sistémico. Lumen Humánitas. Bs. As. 2004. 2ª. Reimpresión.
-  Quintero Velásquez, Ángela María: Diccionario especializado en familia y género. Lumen Humánitas. Bs. As. 2007.
-   Sánchez Salgado, Carmen Delia: Gerontología social. Editorial Espacio. Bs. As. 2005. 1ª. Reimpresión.

[1] Carballeda, Alfredo: La intervención en lo social. Paidós. Tramas Sociales. Bs. As. 2007. 3ª. Reimpresión. Pág. 93
[2] Quintero Velásquez, Ángela María: El trabajo social familiar y el enfoque sistémico. Lumen Humánitas. Bs. As. 2004. Pág. 29.

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