Hace más de un siglo y medio, un
maestro regresaba a su casa, en un pequeño pueblo. Le llamó la atención una luz
en la ventana del zapatero, y al asomarse vio a éste trabajando a la luz de una
vela a punto de extinguirse.
Entró su esposa y le dijo: “Ya es
tarde, la cena está lista, ven a comer.”
Respondió el zapatero: “Ya voy.
Mientras arde la vela, algo puede hacerse.”
Se alejó el maestro, reflexionando
sobre la escena.
Al día siguiente, les dijo a sus alumnos: “Ayer aprendí una muy importante lección de un viejo y humilde zapatero: mientras arde la vela, algo puede hacerse. Se trata de la vela de la vida: mientras hay vida, se puede reemprender el camino elegido.
En la teoría del desarrollo, la vejez es la última
etapa de la vida. El envejecer es un proceso
complejo y fascinante que experimentan todos los seres humanos. Es un
cambio continuo que ocurre a través de toda la vida desde el mismo momento del
nacimiento. Se manifiesta de una forma compleja por todas las múltiples facetas
(fisiológicas, emocionales, cognitivas, sociológicas, económicas e
interpersonales) que influyen en el funcionamiento y bienestar social.
El envejecimiento se conceptualiza como una
experiencia natural dinámica y evolutiva. Esta vivencia es fascinante porque
los cambios ocurren de manera diferente en cada una de las personas. La vejez
es una etapa en el curso de la vida de cada individuo, una fase natural con
ventajas y desventajas.
Cada persona envejece en función de cómo haya
vivido, por lo tanto, el envejecimiento es un proceso diferencial.
Robert Butler y Myrna Lewis (1982, en Sánchez
Salgado, 2005) opinan que la vejez tiene una tarea única en el desarrollo:
aclarar, profundizar y encontrar utilidad para lo que se haya logrado en el
aprendizaje y adaptación en etapas previas de la vida.
Hoy día, se presta atención a la influencia de
factores ambientales y sociales, y se considera que la personalidad y los
patrones de comportamiento continúan cambiando a través del ciclo de vida en
respuesta a una variedad de sucesos y condiciones. Muchos eventos en la vida,
de gran significado para las personas, ocurren en la adultez mediana y las
oportunidades en este período tienen grandes consecuencias para la calidad de
vida en la vejez (Quadagno, 1998, en Sanchez Salgado, 2005).
En los últimos años, el crecimiento de la población
vieja ha sido desproporcionado con respecto al crecimiento total, y esto ha
generado una preocupación por entender el fenómeno. Aparece, entonces, la Gerontología Social ,
como una disciplina separada que busca su lugar dentro de las ciencias, y a
través de la cual se dejó atrás la idea de representar a la vejez como un
período vital de crisis o como una etapa problemática, y se decidió destacar
las transiciones al describir los cambios comunes en la adultez y adultez tardía.
Una transición puede definirse como moverse de una etapa o evento de vida a
otro con varios grados de inestabilidad en el proceso adaptativo, incluyendo
los cambios en las funciones sociales que hace la persona. Las transiciones en
la etapa de la vejez son las siguientes: la sobrevivencia a los años de adultez
mediana y vejez, el sentido del nido vacío, el retiro del empleo, la etapa de
ser abuelo o abuela, la soltería en la edad avanzada provocada por la viudez,
el divorcio y los cambios en vivienda.
Los
viejos no son ni más ni menos que personas con su propia individualidad. Cada
uno envejecerá a su manera y dependiendo de sus circunstancias, como pasa en
cualquier etapa de la vida. Envejecer tiene una instancia de decisión. Uno
decide, individual y subjetivamente, cuándo se considera un viejo. Pero el
viejo no vive sólo, y la mirada del conjunto es muchas veces negativa y
discriminante.
Las
etapas de desarrollo del individuo en el ciclo de la vida, también han sido
consideradas a base de unos relojes que marcan tres tipos de edades en el ser
humano:
- Edad biológica: determina la edad cronológica según la persona avanza en edad, considerando su desarrollo físico. Se mide por el reloj biológico.
- Edad psicológica: se relaciona con la capacidad de adaptabilidad que un sujeto manifiesta ante los distintos eventos que la vida puede depararle (estructurales, históricos, sociales). Es lo que se llama "madurez" en el lenguaje cotidiano, y de hecho esta capacidad se logra a través de los años, con la experiencia que se va acumulando. Se mide por el reloj psicológico que revela cómo los individuos se sienten hacia ellos mismos y hacia sus habilidades, y cómo perciben las expectativas y el comportamiento.
- Edad social: se encuentra determinada por las funciones y posición social que
la persona ocupa en el transcurso de su vida. Éstas se relacionan
íntimamente con las crisis, tareas del desarrollo y la edad cronológica.
Se mide por el reloj social.
Una vez revisados los tipos de edades,
podremos afirmar que la edad no es un indicador de vejez. El viejo, como
cualquier sujeto, no puede ser definido en su totalidad por un sólo enfoque o
disciplina, ya que en él se involucran tres áreas principales: la psicológica,
la biológica y la social.
Los factores biológicos están siempre
presentes aunque su desarrollo no es cronológicamente idéntico para cada
capacidad ni para cada individuo, y dependerá de la personalidad previa de cada
uno y del rol socioeconómico que desempeñe.
Los factores psicológicos fueron estudiados
por Erikson en 1968, quien se ocupó del tema del envejecimiento y la vejez en
el marco de su teoría epigenética, que describe una serie de fases del
desarrollo de la personalidad en función de su adecuación a ciertas variables
psicosociales.
Erikson identificaba la vejez como una
etapa distinta y la última en el desarrollo del ciclo de la vida. En esta
etapa, ya los hijos son adultos, muchas veces se han casado, tienen hijos
propios, y viven lejos de los padres y madres. Probablemente el esposo o esposa
y varias amistades han muerto. Algunas personas pueden padecer un deterioro
mental o físico por lo cual requieran institucionalización. Por estas
circunstancias, la vejez muchas veces se distingue como una etapa sin funciones
sociales o una fase que acorta la actividad social y la persona va alejándose
de la sociedad o puede enfrentarse a un posible aislamiento social.
Según este autor, en la vejez, el conflicto
principal se plantea entre “generatividad” y “estancamiento”. La primera
consiste en la preocupación por afirmar y guiar a la generación siguiente,
incluyendo los conceptos de productividad y creatividad. Pero cuando este
enriquecimiento falla hay una regresión a una necesidad obsesiva de
seudointimidad acompañada por un sentimiento de estancamiento, aburrimiento y
empobrecimiento interpersonal.
La resolución, satisfactoria o no, del
conflicto que aparece en este estadio dará lugar al último ciclo, que se
planteará entre la “integridad” y la “desesperación”. Por integridad del ego se entiende el aceptar
que el ciclo de vida de uno ha sido algo que debía ser y que por necesidad no
permitía ninguna sustitución. Aquellos que no son capaces de aceptar su vida,
pueden llegar a temer a la muerte, estar disgustados con ellos mismos y experimentar
remordimiento y desesperación. Si se logra un compromiso con la integración y
la crisis de la vejez se resuelve, emerge la fortaleza de la sabiduría, la cual
implica que el individuo es capaz de aceptar que la vida está llegando a un
final. De acuerdo a Erikson, este entendimiento establece un balance entre la
disminución de potencia o fuerza en la vejez y permite al individuo servir de
ejemplo a generaciones futuras. Por el contrario, la desesperación representa
un rechazo de la vida pasada y conlleva un temor a la muerte por no tener
suficiente tiempo para rehacer los errores del pasado. Cuando la persona
aprecia la continuidad de su pasado, presente y futuro, acepta el ciclo vital y
su estilo de vida, y puede contribuir con su sabiduría al desarrollo de otros.
Es decir, entiende y evalúa logros y fracasos, y se reconcilia con la muerte
logrando la integridad de su ego.
En cuanto a los factores sociales, podemos
decir que el hombre es fundamentalmente un ser social, por lo tanto, toda
consideración sobre la psicología del envejecimiento debe hacerse dentro del
encuadre social en donde se desarrolla y con la interacción entre ambos, ya que
son relevantes las interacciones entre el individuo y los varios ambientes
(familiares, sociales o históricos).
Sintetizando, se puede decir que la vejez es una etapa más de la vida, al
igual que la niñez y la juventud, y el envejecimiento
es un proceso en constante evolución.
La
vejez es una etapa en el ciclo de la vida en la cual las personas poseen menos
control de lo que les ocurre que en otras etapas del desarrollo, y en la cual
se confrontan una serie de eventos, que pueden verse como positivos o
negativos, dependiendo de muchos factores. Por ejemplo, el retiro del empleo
con la consiguiente jubilación, para algunas personas puede ser visto como algo
positivo y para otras como algo negativo.
Independientemente
de que los eventos sean positivos o negativos, debe ocurrir un ajuste a los
cambios si los individuos quieren alcanzar un nivel de satisfacción en
cualquier etapa de su ciclo de vida. Muchas personas de mayor edad están
satisfechas con su vejez y la entienden como una extensión de su pasado.
El
viejismo, por otro lado, es una
conducta social compleja con dimensiones históricas, culturales, sociales,
psicológicas e ideológicas, y es usada para devaluar, consciente o
inconscientemente, el status social de las personas viejas; su construcción
está basada en la estereotipia, y la utilización generalizadora de este
componente psicosocial lleva a la construcción de las estructuras de los
prejuicios que luego son usados en contra de la población vieja. Este concepto
fue descripto y estudiado por Robert Butler a comienzos de la década del 70.
El
viejismo se aplica principalmente al prejuicio de la gente joven hacia la gente
vieja, es decir, define el conjunto de prejuicios, estereotipos y
discriminaciones que se aplican a los viejos simplemente en función de su edad.
Los
prejuicios contra la vejez, como cualquier otro prejuicio, son adquiridos
durante la infancia y luego se van asentando y racionalizando durante el resto
de la vida de los seres prejuiciosos.
Según Salvarezza (2002), uno de los prejuicios más comúnmente
extendidos es el de que los viejos son todos enfermos o discapacitados porque
pasan mucho tiempo en cama a causa de enfermedades, tienen accidentes en el
hogar, tienen pobre coordinación psicomotriz, desarrollan infecciones
fácilmente, una gran proporción se encuentra hospitalizada o vive en
residencias geriátricas, sus capacidades muestran un alto grado de declinación
con el paso de los años, etc. Esto se debe a que se establece una fuerte
sinonimia viejo=enfermo que se comporta como una profecía autopredictiva que
termina por internalizarse en los propios viejos. Pero
si una persona llega a vieja, es porque no ha sufrido grandes enfermedades. Esa
asociación entre vejez y enfermedad es falsa, ya que la enfermedad puede estar
asociada a cualquier edad de la vida.
Las
personas víctimas del viejismo se consideran desde el punto de vista social
como enfermas, seniles, deprimidas, asexuadas, pasadas de moda, etc., sus
problemas físicos y mentales tienden a ser fácilmente ignorados y con
frecuencia no se tienen en cuenta sus necesidades económicas y sociales. El
viejismo lleva a las generaciones jóvenes a ver a los viejos como diferentes, a
no considerarlos como seres humanos con iguales derechos y no les permite a
ellos, los jóvenes, identificarse con los viejos. Se tiende a ver la vejez como
un futuro muy lejano, impidiendo esto enfrentar el propio envejecimiento.
El
distanciamiento social se ve como una consecuencia del desapego individual que
suele ocurrir en la vejez, conectado con la falta de oportunidades que brinda
la sociedad y el escaso interés que manifiesta por las contribuciones de los
viejos. Según dichos de Salvarezza (2002), el desapego no es ni natural ni
inevitable, y cuando ocurre es por la falta de oportunidades que la sociedad
brinda a los viejos para que puedan seguir ejerciendo sus roles sociales con un
buen grado de compromiso.
Según
Neugarten (1970, en Salvarezza 2002), todos los individuos, no importa el grupo
social al que pertenezcan, desarrollan la idea de un “ciclo vital normal y
esperable”, es decir, que ciertos acontecimientos deben ocurrir en determinados
momentos de la vida, y que un reloj mental interno les va señalando si están en
tiempo o no.
En
conclusión, en el proceso de envejecimiento, los factores psicológicos,
biológicos y sociales deben ser observados en la totalidad de su interacción y
en las resultantes (envejecimiento individual).
Simone de Beauvoir (1970, citada en
Salvarezza, 2002) sostiene que “para que la vejez no sea una parodia
ridícula de nuestra existencia anterior
no hay más que una solución y es seguir persiguiendo fines que den un sentido a
nuestra vida: dedicación a individuos, colectividades, causas, trabajo social o
político, intelectual, creador.”[1]
La
insatisfacción y la angustia consecuente sólo sobrevendrán en aquellas personas
que permanezcan inmersas en una situación competitiva con el recuerdo de sí
mismos cuando jóvenes. El secreto del buen envejecer estará dado por la
capacidad que tenga el sujeto de aceptar y acompañar estas inevitables
declinaciones sin insistir en mantenerse joven a cualquier precio. Esto no
quiere decir que se renuncie, sino que hay que mantener una lucha activa para
tratar de obtener el máximo de satisfacción con el máximo de las fuerzas de que
se disponga en cada momento.
BIBLIOGRAFÍA
-
Sánchez Salgado, Carmen Delia: Gerontología
social. Editorial Espacio. Bs. As. 2005. 1ª. Reimpresión.
-
Salvarezza, Leopoldo: Psicogeriatría.
Teoría y clínica. Paidós. Psicología Profunda. Bs. As. 2002.
[1] Salvarezza, Leopoldo: Psicogeriatría. Teoría y clínica. Paidós.
Psicología Profunda. Bs. As. 2002. Pág. 24.
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