Cuando los japoneses reparan objetos rotos, enaltecen la zona dañada rellenando las grietas con oro.
Ellos creen que cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia, se vuelve más hermoso.
El arte tradicional japonés de la reparación de la cerámica rota con un adhesivo fuerte, rociado, luego, con polvo de oro, se llama Kintsugi.
El resultado es que la cerámica no sólo queda reparada sino que es aún más fuerte que la original. En lugar de tratar de ocultar los defectos y grietas, estos se acentúan y celebran, ya que ahora se han convertido en la parte más fuerte de la pieza.
Kintsukuroi es el término japonés que designa al arte de reparar con laca de oro o plata, entendiendo que el objeto es más bello por haber estado roto.
Ellos creen que cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia, se vuelve más hermoso.
El arte tradicional japonés de la reparación de la cerámica rota con un adhesivo fuerte, rociado, luego, con polvo de oro, se llama Kintsugi.
El resultado es que la cerámica no sólo queda reparada sino que es aún más fuerte que la original. En lugar de tratar de ocultar los defectos y grietas, estos se acentúan y celebran, ya que ahora se han convertido en la parte más fuerte de la pieza.
Kintsukuroi es el término japonés que designa al arte de reparar con laca de oro o plata, entendiendo que el objeto es más bello por haber estado roto.
Llevemos esta imagen al terreno de lo humano, al mundo del contacto con los seres que amamos y que, a veces, lastimamos o nos lastiman.
¡Cuán importante resulta el enmendar!
Cuánto, también, el entender que los vínculos lastimados y nuestro corazón maltrecho, pueden repararse con los hilos dorados del amor, y volverse más fuertes.
La idea es que cuando algo valioso se quiebra, una gran estrategia a seguir es no ocultar su fragilidad ni su imperfección, y repararlo con algo que haga las veces de oro: fortaleza, servicio, virtud...
La prueba de la imperfección y la fragilidad, pero también de la resiliencia —la capacidad de recuperarse— son dignas de llevarse en alto.
Etimológicamente, la
palabra resiliencia se define
como resistencia, el modo en que
un cuerpo vuelve a su posición luego de sufrir una alteración o presión
deformadora. Del latín resiliere significa
“volver a entrar saltando” o “saltar hacia arriba”.
Podemos definirla como la capacidad de los seres humanos de superar los efectos
de una adversidad a la que están sometidos e, incluso, de salir fortalecidos de
la situación (Aldo Melillo, 2004). Tiene que ver con los recursos y la capacidad humana que
le permiten a las personas enfrentar, sobreponerse y salir fortalecido o
transformado por las experiencias de adversidad (Grotberg, 1995 en Melillo,
2004), es decir, la habilidad que desarrollan para
surgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una vida
significativa y productiva.
La resiliencia es una
combinación de factores que permiten a un niño y al ser humano en general
afrontar y superar los problemas y adversidades de la vida y construir sobre
ellos, es un modo de ver salidas posibles en situaciones que parecen no
tenerlas, es ser creativo, es tener sentido del humor, es valorarse y valorar a
los otros, tiene que ver con el modo de aprender de las experiencias y
capitalizarlas, con el modo de establecer lazos profundos y saludables
convivencias con las personas (Liliana Calvo, 2009).
La adopción del
concepto de resiliencia dentro del contexto de las ciencias humanas, sucede
casi al azar. Relata María Piedad Puerta de Klinkert (2002), que la doctora Emy
Werner observó durante un tiempo el proceso de desarrollo de un grupo de niños
hawaianos que habían nacido y crecido en medio de familias con diferentes
problemas. Y descubrió que, algunos de ellos, en contra de lo que se esperaba,
crecían convirtiéndose en adultos felices, bien adaptados y creativos. A este
estudio le siguieron otros que confirmaron el hallazgo, lo cual dio lugar a
nuevas investigaciones a fin de identificar los factores que favorecen la
activación de la resiliencia. Esto trajo aparejado la adopción de un nuevo
enfoque de los problemas, un enfoque que atienda y trabaje con las fortalezas,
las posibilidades, las oportunidades, en lugar de hacerlo con las debilidades y
las amenazas.
¿Cómo
se desarrolla la capacidad resiliente?
-
Estableciendo vínculos saludables y de
cuidado dentro de la familia.
-
Promoviendo la resiliencia y la
autoestima desde los distintos espacios de la comunidad
-
Trabajando con una perspectiva familiar
y social
Más adelante
desarrollaremos estos puntos.
Los seres humanos tenemos la capacidad para devenir resilientes y poder
enfrentar los eventos negativos y las situaciones de adversidad que nos
afectan. Y en este proceso necesitamos del otro como punto de apoyo para la
superación de esa adversidad. El secreto está en ayudar a las familias a
fortalecerse, a reconocer sus fortalezas y confiar en ellas, y a adquirir mayor
conciencia social para promover cambios que reduzcan la inequidad y el
sufrimiento.
Hay una frase que llamó
poderosamente mi atención y me sirvió de guía en momentos difíciles de mi vida.
Es la siguiente: “el ser humano sabe
hacer de los obstáculos nuevos caminos, porque a la vida le basta el espacio de
una grieta para renacer”(Ernesto Sábato).
Y miren esta foto que tomé en el patio de mi casa!! Una flor nacida en una pequeña grieta.
La vida puede y debe
encontrar grietas para renacer. Los seres humanos estamos equipados con las
herramientas necesarias para enfrentar los eventos negativos de la vida
cotidiana. Y en ese enfrentamiento nos hacemos más fuertes, más confiados en
nuestras fortalezas, más sensibles a las adversidades de los otros, y
adquirimos mayor conciencia social para promover cambios que reduzcan la
inequidad y el sufrimiento.
Intervenir desde el
enfoque de la resiliencia es posible, son muchas las disciplinas interesadas en
hacerlo. Desde el Trabajo Social, y en especial desde la Socioterapia, se
utiliza como herramienta para abordar los distintos sectores de la sociedad
(salud, educación, economía etc.), y en especial para trabajar con familias en
todas las etapas de su ciclo vital (infancia, adolescencia, adultos mayores,
etc.) y con la diferentes problemáticas que puedan afectarla (violencia,
discapacidad, embarazo adolescente, etc.), con el fin de fortalecer sus
capacidades de superación mediante el uso de la creatividad.
Algunos factores
favorecedores de resiliencia individual son la autoestima, la autoconfianza,
los vínculos afectivos amigables, los lugares y personas que otorguen
contención, una visión optimista de la vida, la posibilidad de desarrollar
responsabilidad, la capacidad de tomar decisiones, lo que estimule o permita la
realización de los objetivos de vida, la inserción social, etc. Si pensamos a
la resiliencia como proceso dinámico entre factores de riesgo y recursos
existentes en el individuo, en las familias y en los contextos micro y macro
sociales, podremos interpretar la resiliencia como adaptación positiva a la
adaptación activa y transformadora (Bersten, Cavilla de Carrara en Calvo,
2013), se podrán impulsar programas sociales que faciliten su desarrollo. Según
estas autoras, se ha pasado de un modelo de riesgo basado en las necesidades y
la enfermedad, a un modelo de prevención y promoción que busca activar y desarrollar las potencialidades y los
recursos de las personas y su entorno.
El enfoque de la
resiliencia permite reconocer y potenciar aquellos recursos personales e
interpersonales que protegen el desarrollo de las personas y su capacidad
constructiva.
A menudo, los
trabajadores sociales nos encontramos en nuestro quehacer cotidiano con
personas o grupos que viven situaciones adversas, situaciones difíciles o
imposibles de superar. Sin embargo, la realidad nos muestra que no todas las
personas sometidas a situaciones de riesgo sufren padecimientos. Hay quienes
las superan y aún más, salen fortalecidas de esas situaciones.
Graciela Sarquís y
Liliana Zacañino (en Melillo, Suárez Ojeda y Rodriguez, 2004) determinan una
serie de aspectos que consideran deben fomentarse para favorecer comunidades
resilientes. A estos aspectos los denominan “pilares de la resiliencia” y son
los siguientes: pilar de la capacidad de relacionarse, pilar de la autoestima y
concepción positiva de uno mismo, y pilar del sentido del humor.
Es
importante remarcar en este punto la noción de autoestima, que como vemos está
íntimamente ligada a la resiliencia. Debe trabajarse, entonces, con el abordaje
de ambos aspectos desde una perspectiva individual, familiar y social para que
la promoción de la calidad de vida sea una labor colectiva y multidisciplinaria.
Muy buen recorte, interesante, sin dudas la resiliencia es la palabra clave en la socio terapia.
ResponderEliminarGracias Mariela! te invito a que sigas visitando el blog y a que lo compartas! saludos!!
ResponderEliminar